La puerta se cerró y la paz y la tranquilidad regresaron a la habitación moderadamente espaciosa. Por la ventana seguía lloviznando.
Caprice dormía profundamente en la cama, con las mejillas ligeramente sonrojadas.
El miedo y la ira de John disminuyeron cuando vio a la adorable niña durmiendo. Sus ojos se detuvieron en la chica por un momento antes de suspirar.
Cuando la encontró, parecía que su objetivo era tratarla mejor.
Si la conciencia de la mujer permanecía en su mente y sabía qué era lo mejor para ella, podría volver a casarse con ella y convertirla legalmente en la madre de Caprice.
Con ese pensamiento en mente, la depresión y la ira que lo inquietaban desaparecieron. Se levantó y quiso darse un baño antes de descansar, pero sonó su teléfono. Era de Julie.
Sin querer asustar a Caprice, se acercó el teléfono al oído y susurró:
—¿Julie?
Julie preguntó:
—John, ¿dónde habéis estado Caprice y tú estos últimos días? Mi madre hace tiempo que no ve a Caprice y está