Dejo que pasen unos minutos mientras siento mi espalda humedecerse, mi hijo, es de los chicos a los que decir lo que siente se le dificulta y también, le da mucha vergüenza que lo vean llorar.
Albert, es mi pequeño iceberg. Un iceberg que esta por derretirse de tanto llorar mientras se aferra a mí. Pero, dejo que se desahogue. Es mejor eso a que retenga el dolor y el miedo de quedarse sin mí. — ¿Estas mejor? — pregunto cuando escucho sus gimoteos más lentos y pausados. — Esto es tan molesto. — Dice Albert y no sé a qué se refiere en específico, pero, no le pido que se explique, solo lo escucho para saber cómo ayudar a mi hijo. — Odio esto. Odio que nos pase a nosotros — — Nadie desea pasar por esto. Pero, creo que nos ha pasado a nosotros, porque podemos enfrentar esto. Dios no le da pruebas imposibles de soporta