Extra: Pureza irreconocible.
Marina.
__ Sé que puedes cuidarlos, amor. Pero ellos son muy inquietos y te van a cansar mucho. - replanteé a Rose, la niña de moños en la cabeza que insistía en poder cuidar de mis hijos.
Conocía a mis bebés. Adorarlos con toda mi alma no me cegaba para decir que eran los seres más tranquilos del mundo, sabía lo que tenía conmigo y por ello mis genes junto a los George se entendía a la perfección que en unas personitas de medio metro, no eran precisamente el sinónimo de calma.
__ Le diré a Max que me ayude. - sugirió esperanzada en que eso podría ser la solución.
__ Dile, si accede puedes cargarlos, aunque dudo que se dejen. - miré a mi amiga, la cual solo observaba a su pequeña hija entusiasmada por conseguir al menos una posibilidad.
__ Mejor dile adiós. No regresará. Max está arreglando la cerca y ella ama ayudarle. - me dijo Juliana con una taza de café cerca de su boca, en tanto apoyada en la isla de la mesa, veía por la ventana al susodicho.
__ ¿Lo quiere mucho, verdad? - m