Capítulo 6: Casarnos

Mi padre, el hombre que jamás debió de decepcionarme de esta forma, comienza a regañarme entre dientes para que las personas cerca de nosotros, no escuchen lo que dice, mientras nos acercamos al altar.

— No puedo entender en que fallé contigo. Siempre tuviste lo que querías y me recordaste el amor que deseabas de tu esposo. Tienes un hombre que está dispuesto a darte ello, así que, ¿Por qué actúas tan infantil? — pregunta mi padre agarrándome con fuerzas.

— No puedo entender porque haces algo así, padre. Mi vida era perfecta como estaba. Así que, ¿Por qué me obligas a hacer esto? — pregunto molesta.

— Sonríe, Day. Debes sonreír y ser agradecida porque aunque noto que no lo mereces, te estoy dejando en las mejores manos. — dice mi padre con frialdad y yo rompo nuestras manos entrelazadas.

— Entonces, elijo ser una desagradecida. No voy a casarme con ese anciano. — digo enojada.

— Entonces, vete, Day. Pero, recuerda esto, cada dinero que poseo, será entregado a quien sería tu esposo, como pago por esta ofensa. Por lo que, no solo quedarás sin la posibilidad de tener tarjetas de crédito y casas lujosas, si no que, tendrás que trabajar para costear tu propia comida y vivienda.

— No puedes hacerme esto. — digo enojada.

El recuerdo de lo feliz que soy cuando voy de compras con mis amigas o las fiestas descontroladas y magnificas que he hecho, hacen que me detenga. Me gusta esa vida donde las discotecas son mi hogar y el licor es mi bebida más increíble. 

Esos recuerdos comienzan a romperse y es reemplazado por una mujer idéntica a mí, pero, con el cabello desordenado, ropa vieja y limpiando pisos de un baño asqueroso. El solo pensar en ello, hace que me petrifique en el lugar.

‘No puedo caer en ese punto, mi padre no sería capaz de hacer algo así. Solo debe estar bromeando.’ Me digo mentalmente.

Decidida a hacerlo cambiar de opinión como antes siempre lo he hecho, comienzo a humedecer mis ojos y mi padre sonríe.

— Entonces, eso es lo que has decidido, cancelaré la boda y comenzaré con el trámite para el señor Volkova. — dice mi padre caminando hacia el altar sin mí.

Aturdida, intento preguntarme porque esta vez no lo pude convencer, pero, no dudo en moverme, porque sé que si llega hasta donde mi prometido esta, quedaré pobre. Así que, corro tomando su brazo y negándole.

— Me casaré. Realmente me casaré. — digo y mi padre camina conmigo hacia el altar, sin decir algo más.

— Como siempre, no dejas de sorprenderme. Esa fue una caminata al altar un tanto única, como todo lo tuyo, ¿no es así, querida? — pregunta el hombre vestido de blanco.

— Terminemos con esto pronto.

— Haremos la boda rápido, mi prometida está ansiosa porque seamos esposos, espero que entiendan. — dice el hombre sonriendo como si fuera un chico tímido.

Todos ríen por su comentario, mientras yo me ruborizo por la idea errónea que ha dado, por eso, me giro intentando negar lo que él ha dicho, pero, la sonrisa de ellos y como esperan expectantes, me hace callar.

Hacer un espectáculo en el altar, no es necesario, cuando eso solo va a dañar lo que tanto me costó tener. Soy la chica más famosa de la universidad, no puedo hacer un ridículo para impedir una boda que me dejará en la ruina.

— Estoy agotada, espero que entiendan mi lugar, este vestido pesa por tanta decoración en oro y los zapatos me están matando. Así que, disfrutemos de esto rápido y vayamos a celebrar esta unión.

— Como diga, señora Volkova. — dice el hombre a mi lado, abrazándome con un brazo.

Algo que me hace estar demasiado pegado a su cuerpo, uno tan caliente que siento que me relaja un poco. Después de todo, el calor es lo que más me gusta. Por lo que, por dos segundos, disfruto de su calor, hasta que recuerdo donde me encuentro y porque estoy cerca de él.

— ¿Qué…?

— Estas cayendo en mi encanto. Es decepcionante que eso suceda tan rápido… querida. — dice el hombre con una voz que me hace erizar la piel.

— Aléjese de mí, señor. — digo con frialdad, apartándome de su lado.

El sacerdote aparece y saluda con una sonrisa al hombre a mi lado, para después comenzar con la ceremonia, que si no es porque me estoy casado con un desconocido, lo disfrutaría, porque la ceremonia es tan bonita, que me transporta al momento en que mi padre y yo íbamos a la iglesia y aplaudíamos en las alabanzas donde yo era una de las coristas.

— Acepto. — dice la persona a mi lado y yo reacciono.

— Señorita Creswell, ¿acepta usted a este hombre, para amarlo más allá de la muerte, estar con él en la salud y la enfermedad, apoyarlo en todo momento y ser ese complemento que juntos los ayudará a crecer teniendo claro que pasos a seguir para recibir la bendición de Dios?

Me quedo en silencio, ¿debo amarlo más allá de la muerte? ¿Realmente ni siquiera muerta podré ser libre? Esto es demasiado, es un atropello en todo el sentido de la palabra. 

— Yo…

— ¿Debo repetir la pregunta?

— No es necesario, yo voy a… — dice mi padre haciendo una señal para llamar a su abogado.

— Padre… — digo en voz suplicante.

— Puedes decir que no, de todas maneras, se convertirá en un sí. — dice el hombre a mi lado, en un susurro que me congela por completo.

‘¿No vas a hacer algo, padre? Tu hija está siendo obligada a casarse con un animal que probablemente la matará si lo hace enojar? ¿Es esta la vida llena de dolor que quieres para tu hija?’ me pregunto mentalmente mirando a mi padre.

Pero, la mirada firme de mi padre, me dice que no hay posibilidad de que él cancele la boda y con la amenaza que me ha dado, yo tampoco puedo hacerlo. Así que, me he quedado en una encrucijada desagradable, donde la única salida que hay, no me gusta.

— Parece que la novia está muy nerviosa. — bromea uno de los padrinos de boda.

— No es para menos, está casándose con el amor de su vida. — dice una de las damas de honor que ni siquiera conozco.

‘Amor de mi vida mi trasero, ¿Qué va a ser ese hombre el amor de mi vida, tonta?’ le pregunto mentalmente molesta.

— Acepto.

— ¿Qué aceptas, cariño? — pregunta ese hombre a mi lado con sus hoyuelos notorios, por su gran sonrisa.

— Acepto casarme contigo, cariño. — digo con una mirada fría que parece agradarle.

— Pase rápido al beso, quiero sellar nuestro amor. — dice el hombre a mi lado.

Pero, el sacerdote no ha terminado la frase, cuando sus labios se apoderan de los míos en un beso pasional que me roba el aliento.

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