En su mente, Lucca se había anticipado a llamar a algunas empeladas y que hicieran el trabajo por él, pero su esposa se veía tan feliz y conforme que no tardó en unirse a ella.
Limpiaron la sala principal y ubicaron un colchón inflable en una de las esquinas. Armaron la cama con un par de sábanas y mantas y se recostaron a descansar.
El lugar era sumamente silencio y oscuro, pero eso no los inquietó, muy por el contrario, los relajó.
—¿Cómo crees que están tus padres? —preguntó ella sumida en esa oscuridad de campo que enloquecía a cualquiera.
—Supongo que peleando —respondió él con la verdad y volteó hacia ella—. Siempre tuvieron muchas diferencias, supongo que ahora v