Mi esposa

Jake permanecía en silencio con el pasaporte en la mano. Después de llevar a Tom a otro parque de juegos, se habían visto con el abogado. 

— Ana. 

— Estoy bien, solo se siente un poco extraño saber que me caso mañana. 

— ¿Que tan extraño? ¿Como para no hacerlo? 

— No, no extraño de una mala manera. Es que ya mañana seremos marido y mujer, un anillo adornará nuestros dedos y en cierto modo empezaremos a pertenecernos o no. 

— Respetaré todas las partes que habíamos acordado, lo prometo. 

— ¿Todas? — masculló ella, como si quiera que no fuera de ese modo. Tal vez en su interior sentía cierto anhelo al casarse con el, sobre las cosas que hacían los recién casados. Pero habían puesto límites y estos debían de ser respetados. 

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