Capítulo 3. Un accidente provocado.

Base militar - Georgia.

Justin ya tenía dos meses en el ejército, se encontraba realizando un ejercicio de combate en una montaña con los miembros de su unidad.

El aire estaba lleno de tensión y adrenalina mientras los soldados luchaban entre sí, simulando situaciones de combate real.

En un receso, mientras trataba de tomar aliento, se le acercó un compañero, el sargento Smith, con una cantimplora, y se sentó a su lado.

—¿Quieres un poco? Quizás así agarres un poco de aliento —le dijo el hombre ofreciéndole una bebida.

Por un momento Justin dudó, sin embargo, terminó cediendo, tomó el envase y bebió un trago largo.

El líquido tenía un sabor fuerte y amargo, pero al mismo tiempo tenía un efecto refrescante en su cuerpo cansado.

—Gracias —dijo Justin devolviendo la garrafa a su compañero—. Eso sí, me ayudó.

—Es un brebaje especial, lo hago yo mismo es revitalizante —le explicó el hombre con una sonrisa—. Tiene algunas hierbas y especias que te dan una energía extra.

Justin asintió y se preparó para volver a la lucha, sintiéndose renovado y con mucha más energía. Sin embargo, mientras se alejaba de la zona de entrenamiento, se dio cuenta de que algo no estaba bien, pese a ello trató de ignorar esa sensación y volvió al combate.

Justin pudo sentir la intensidad del ejercicio, llevando su cuerpo y su mente al límite de la fuerza y la agilidad. Era una sensación estimulante, tal y como sentía en cada descarga de adrenalina que acompañaba a cada misión que realizaba.

Pero cuando Justin saltó en el aire, apuntando una patada al muñeco de madera con el que había estado practicando, sintió la visión borrosa y su cabeza comenzó a darle vuelta.

—Disculpe, señor, permiso para retirarme —pidió al jefe de la unidad y cuando lo autorizaron se alejó a tropezones.

Percibió como una ráfaga de viento, que le desequilibró, algo extraño comenzó a sucederle a Justin. El sabor amargo y extraño de la bebida que había tomado antes se volvió más notorio, y una extraña sensación se apoderó de él.

Sintió un cosquilleo en el cuerpo, trató de mantenerse en pie, pero sus piernas temblaron como gelatina y la fuerza pareció abandonarlo. Intentó hablar, para pedir auxilio, pero sus palabras se convirtieron en un murmullo incoherente.

Cerró por un momento los ojos, cuando notó una sombra detrás de él. Antes de que pudiera reaccionar, sintió un empujón repentino y brutal que lo desequilibró por completo. Sin poder hacer nada para evitarlo, cayó hacia el vacío del acantilado que se encontraba tras él.

Ni siquiera pudo gritar porque sus palabras se le atascaron en la garganta, todo pasó en fracciones de segundo, sabía que si no hacía nada moriría, por eso luchó contra ese estado, agitó sus brazos salvajemente, al mismo tiempo que luchaba por agarrarse a algo, cualquier cosa, que detuviera su caída.

Finalmente, su mano se agarró de una rama de árbol delgada y anudada. Se aferró a la rama y todo su cuerpo tembló por el esfuerzo mientras se mantenía suspendido sobre el barranco que daba hacia el mar, que se veía fiero bajo sus pies.

Jadeó, con el corazón, latiéndole con fuerza en el pecho, levantó la vista con dificultad, pero no vio a ningún compañero de su unidad, estaba solo en el acantilado.

Intentó gritar, pero de su garganta no salió ningún sonido.

Justin intentó estabilizarse, pero las manos y los pies no dejaban de resbalar. Miró, desesperado a su alrededor, buscando salir de aquel aprieto mortal. Se esforzó por vislumbrar a alguien en la distancia, pero no había nada. Estaba solo, con el único sonido del viento y los árboles, el latido de su propio corazón y el mar agitando con fuerza.

Cerró los ojos, porque se dio cuenta de que estaba perdido, no lo iba a lograr, las manos comenzaron a resbalarle de la rama, a pesar de su desespero para mantenerse aferrado, sintió su agarre se aflojaba poco a poco.

En ese momento, un pensamiento lo invadió repentinamente: no podía morir así. No iba a dejar que eso sucediera. Debía hacer lo posible por salir airoso de todo eso.

Pensó que todo había sido extraño, esa bebida tenía algo, la intención del hombre era asesinarlo “¿Por qué?”, respondió.

—¿Quién cree que se beneficia más de mi muerte? —, se preguntó y enseguida la respuesta llegó a su mente como una ráfaga, “su esposa” ella seguramente creía que beneficiaria si moría.

Intentó aferrase de nuevo la rama con más fuerza, mientras la adrenalina fluía a través de sus venas. Sin embargo, no pudo lograrlo, terminó de resbalarse, y mientras caía se golpeó la cabeza y cayó al agua, ya inconsciente.

 

Nueva York.

Serena Moreau, estaba en la sede de la empresa armamentista como ama y señora del lugar, estaba en una reunión de trabajo con los accionistas de la empresa, incluido los tíos y el padre Justin.

—Analicen mi propuesta de negocio, pero les advierto, yo represento más del 50 % de las acciones de la empresa, y quien no esté de acuerdo, puede poner sus acciones a la venta… pero les recuerdo que la primera opción la tengo yo, que analizaré cómo, cuándo y a cuánto se la compro.

—¿Por qué te estás comportando como si fueras la dueña de esta empresa? —la debatió Kelvin, uno de los tíos de Justin.

—Porque en ausencia de mi esposo, soy yo quien debe velar por sus intereses.

Los demás accionistas miraron incómodos, sintiéndose impotentes ante la actitud prepotente de Serena. Sabían que ella estaba aprovechando la ausencia de su esposo para tomar el control absoluto de la empresa, y que si no hacían algo pronto, podrían perder todo lo que habían invertido.

 

Molesto ante la actitud de la mujer, el padre de Justin intervino.

—El hecho de que seas la esposa de Justin, no te da derecho a tomar decisiones importantes sin la aprobación de los accionistas, —intervino el padre de Justin.

—Además, las condiciones del testamento de mi padre no están cumplidas, por lo cual sus bienes aún no le corresponden a Justin —dijo uno de los tíos de Justin.

 —¿Qué quiere decir? —preguntó la mujer sin entender.

Ese fue el momento que aprovechó Gregory, otro de los tíos de Justin, para intervenir.

—Eso significa que para que Justin pueda heredar la mayoría de las acciones de la empresa armamentista y demás bienes de mi padre, creo que es necesario que cumpla todas las condiciones.

—Él ya lo hizo, se casó conmigo e ingresó en el ejército —profirió la mujer.

—Creo que deberías consultar con un abogado, ¡Eso no es suficiente! Porque otra de las condiciones es que debe pasar mínimo cuatro años en el ejército y casado —susurró Gregory en tono triunfal.

—Gregory, tampoco hables como si mi hijo estuviera muerto —espetó el padre de Justin.

El rostro de la mujer palideció por varios segundos, antes de lograr recomponerse, su asistente apareció en la sala.

—Señora Moreau, tiene una llamada en su oficina.

—Es señora Bellomo, recuerde que soy la esposa del señor Justin —declaró la mujer levantándose molesta de la mesa con aire de autoridad.

Caminó al Despacho y atendió la llamada.

—Disculpa señora, llamo de la base de Georgia, lamento darle esta noticia, pero el sargento Justin Bellomo murió trágicamente durante un ejercicio militar —dijo su interlocutor.

Al principio, la mujer se quedó por completo paralizada por la noticia, segundos después comenzó a llorar desconsoladamente mientras hablaba con el hombre, sin embargo, cuando cortó la llamada, se quedó sería.

—¡Maldit4 sea! ¡Esto no puede ser! —expresó de mal humor, porque las últimas palabras que le había dicho los familiares de Justin la dejaron pensando y podrían desbaratar sus planes.

Estaba segura de que tomaría el control y que heredaría la extensa fortuna del abuelo de Justin, pero no se dio cuenta de que podía sufrir un error de cálculo, se pasó la mano por la cabeza furiosa y pensando en una manera de convertirse en la heredera de todo, por eso había aceptado ese matrimonio.

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