Me he concentrado tanto en mi trabajo que cuando llego a mi casa grito al ver aún a mi visita inesperada acostada en mi cama.
— ¡¿Qué pasó?! — grita él apuntándome para después suspirar profundo. — ¿Qué haces aquí? — pregunto molesta. — ¿Me estás echando acaso? — Debes marcharte, este es mi espacio y contigo aquí no tengo donde dormir. — Puedes dormir a mi lado. — ¿Eres mi esposo, señor? Porque solo los esposos duermen juntos. El hombre que parece muy cómodo en mi casa, me sonríe, pero, no se molesta en alejarse de mi cama o marcharse, porque se acomoda más como si no estuviera herido. — Entonces eres virgen. — dice él en tono burlón. — Si soy o no virgen no es tu problema. — Tienes razón, no es mi problema. Parece que estás molesta porque me encuentre aquí. — No te conozco y es evidente que eres alguien peligroso, por eso no te quiero aquí. Si vienen tus enemigos, nos matarán y nadie podrá salvarnos. — No te preocupes, ya vamos a marcharnos, solo te estaba esperando. — ¿Marcharnos? ¿Quién más se va contigo? ¿Trajiste a uno de tus amigos acaso? — pregunto mirando a mi alrededor. Pero, no hay manera de que pueda ocultar a alguien aquí cuando es una habitación donde está ubicado todo. — No, querida, nos marcharemos de aquí tú y yo. — Señor… — Arnold, mi nombre es Arnold Krick. — dice él como si esperara una reacción sorprendente de mí. — Bien, señor Arnold… — No señor, Arnold, solo llámame así. — Bien, solo Arnold, ¿Quién le dijo a usted que voy a marcharme con usted? — Yo, eso fue lo que decidí, por eso, te estoy esperando para marcharnos. Estoy por responder a su plan ilógico, pero, unos disparos me hacen lanzarme al suelo implorando no morir cuando tengo tantas cosas por vivir. — ¡Malditos, me han encontrado! — dice él arrastrándose hacia donde me encuentro. — Esto no puede estar sucediendo, la señora Johnson va a matarme, me venderá los órganos para que pague todo lo que costará arreglar esto. — No pienses en tonterías, quien te toque se muere antes de intentarlo. — dice él y yo no dudo de ello. Tal parece que todo lo soluciona con violencia. — Vamos a morir, por Dios, voy a morir. — digo llorando mientras él me cubre con su cuerpo. — Tranquila, si los inútiles de mis hombres no controlan la situación pronto, los mataré y después a ellos. Estoy por decirle que no sea arrogante, pero el silencio me hace dudar y por eso, espero implorando que se haya marchado la amenaza o como dijo Arnold, sus hombres se hayan hecho cargo de la situación. — Señor Krick, ¿se encuentra bien? — Son unos malditos inútiles, ¡¿Cómo pudieron permitir que esos bastardos me encontraran?! — grita Arnold como si estuviera en posición de regañar a alguien cuando estamos en el suelo en medio de escombros de lo que hace poco era mi hogar. Arnold se levanta y yo cubro mis oídos al ver como sus hombres no esperan que abra la puerta si no que la rompen de una patada. — ¡Estos desgraciados! ¡¿Han arruinado la puerta?! — grito molesta y de inmediato, cubro mi boca la ver que me apuntan con el arma. — Bajen las armas, tontos. — Ya han venido por ti, márchese por favor. — digo levantándome del suelo con lágrimas cayendo por mis mejillas. — Pequeña… — ¡Váyanse ahora! ya te he ayudado Arnold, así que, vete. — digo y los hombres armados se asombran y se miran entre sí con miedo como si hubiese ofendido a su jefe. Con dolor, miro como ha quedado mi hogar sorprendiéndome que todas esas perforaciones de balas que hay en las paredes ninguna afortunadamente me daño a mí. — Jefe… — Revisen que no haya más sorpresas. No quiero que un error como este vuelva a suceder. — Váyanse, por favor. No tarden en irse de mi vida. — Está bien, me iré, pero ya te lo dije, te marcharás conmigo. — dice Arnold agarrándome en sus brazos tan rápido que siento que levito. — ¡¿Qué locura estás haciendo?! — Te lo dije, nos vamos. — dice él y yo entro en pánico. ‘¡Van a secuestrarme! ¡Seguramente se ofendió por lo que he dicho y por eso va a llevarme lejos para sacar los órganos o lo que sea que hacen los hombres como él!’ me grito mentalmente. — ¡Suéltame ahora mismo! ¡Yo no he dicho que me voy a ir contigo! ¡Yo no quiero marcharme, suéltame ahora! — grito desesperada intentando alejarme de su agarre. — Ayúdenme a sostener a esta cabra rabiosa antes que me lastime más. — dice él con molestia. — Sí, señor. Cabra… acaba de llamarme cabra. El enojo me invade y de inmediato comienzo a patear todo a mi alrededor sintiéndome completamente ofendida, por eso, él me suelta cuando al menos cinco de sus hombres me tienen sujeta sacándome del lugar que era mi hogar. — ¡Esta rabiosa la cabra! ¡Cuidado me la dejan caer! — dice Arnold. — ¡Desgraciado! ¡Más cabra serás tú, malnacido! — grito mientras intento soltarme del agarre de ellos, pero, así como me muevo ellos también lo hacen. — Yo no soy cabra, yo diría que soy un toro o algo más peligroso, pequeña. — Cuando me suelten voy a matarte, desgraciado. — Si lo logras sin duda serás alguien que los demás van a admirar, porque llevan años intentando matarme y nada que lo logran. — dice Arnold divertido mientras camina detrás de mí. Aunque quiero gritarle todo tipo de cosas, ellos me sueltan apenas llegamos al auto y a pesar de que esperaba que era porque se habían arrepentido de secuestrarme, la realidad es diferente a lo que mi tonto corazón anhela. — Finalmente encontramos al demonio que se escapó de morir anoche. — dice un hombre con cortes incluso en su rostro. — Marlon…— dice Arnold tomando mi brazo para colocarme detrás de él. — ¿Qué pasa? — pregunto angustiada. — Él era quien me estaba persiguiéndome ayer, el maldito bastardo que casi me mata. — Ohh… — Entonces, chicos, ¿esta fue la perra que me arruinó los planes anoche? — pregunta el hombre cuyo nombre es Marlon y cuando estoy por responder algo, un disparo se escucha y yo veo como la mejilla de ese hombre se abre mostrando varios dientes destruidos por el disparo que ha comenzado una nueva guerra. — ¡A mi mujer no la llamas perra! — grita Arnold para continuar con los disparos mientras yo intento agarrar señal para procesar lo que sucede.