50. Polos opuestos

Martha

Pasaron tres días en total silencio desde que le escribí y aún no tenía una respuesta de Gio así que supongo que eso era todo, eso respondía a veces… el silencio era suficiente, cuando saliera de aquí él querría su dinero y poco más, ya entendí que era lo que él quería en verdad. Pensé que era un rompecabezas que él quería que yo armara, es tan enigmático, siempre me sorprendía lo sincero que se veía a mi lado, se veía menos preocupado y más como el hombre y no como el mafioso frío y cruel que vi la primera vez en el cementerio, pensé que había más de él, pero creo que me equivoque. Últimamente parece que lo hago mucho.

—No te necesito, Gio —le dije a nadie en especial.

—Hola, Martha —llegó Sandra muy contenta por no sé por cual razón— ¿cómo estás, mujer?

—Bien —intenté sonreír, pero no me funcionó muy bien así que desistí de intentarlo.

—¿Segura que estas bien? —me cuestionó al ver bien mi rostro.

—Cansada, no he dormido bien— cambié de tema rápidamente— cuéntame ¿cómo estás?
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