El gerente le pidió que le pasara el teléfono. Isabella aún le debía a la empresa más de un millón de dólares, y ahora se presentaba voluntariamente.
Si no podía pagar, la mandaría a prisión.
En el momento en que Isabella tomó el teléfono, sonrió maliciosamente y dijo:
—Hola, gerente. Vine a buscar algunas de mis cosas que olvidé llevarme.
—Señorita Fuentes, sus cosas ya fueron limpiadas por el personal de aseo hace tiempo, pero usted sí le debe cosas a la empresa —respondió la persona del otro lado con sarcasmo.
Isabella había previsto completamente ese tono, incluso podía imaginarse la expresión del gerente al hablar. Era exactamente el efecto que buscaba.
—¿Ah sí? ¿Qué le debo a la empresa? No tengo idea —preguntó Isabella fingiendo inocencia.
—Ja, ¿se olvidó de que su renuncia involucró una violación grave de contrato? Por su vida privada escandalosa que dañó seriamente la reputación e imagen de nuestra empresa. Su asistente le entregó los documentos de penalización por incumplimie