—¿Te sorprende verme? —sonrió Isabella, y luego bromeó—: ¿O es que no soy Mari y eso te decepciona?
Lorenzo frunció el ceño de inmediato y replicó instintivamente:
—¿Cómo podría ser? No digas cosas que me repugnan.
Isabella sonrió y se acercó, mientras Lorenzo seguía explicando:
—Traer la comida es su obligación, ¿o acaso la mantengo gratis? Solo me preocupa que te canses, tú no deberías hacer este tipo de tareas.
—Solo me quedaba de paso. Últimamente no tengo desfiles, así que solo trabajo medio día —explicó Isabella.
—Déjalo en la mesa, haré que mi asistente te lleve al estudio —dijo Lorenzo, levantándose para ir hacia el sofá.
—No hay prisa, quiero acompañarte un rato —sonrió Isabella, sentándose junto a él.
Lorenzo no dijo más y abrió las cajas de comida. El aroma era delicioso, y probó un pequeño bocado con cautela.
—Así que anoche fue a propósito —comentó malhumorado, notando que la sal estaba perfecta hoy.
—Bueno, esta comida es exclusivamente para ti, por supuesto Mari no añadi