Al final del pasillo, en la habitación de Celeste.
Acababa de estar escribiendo mensajes y había enviado notas de voz para desahogarse.
Le decía insistentemente a Marisela lo difícil que era cuidar esa bolsa, que las perlas se deteriorarían con el tiempo, que la bolsa se volvería completamente sin valor, etc., y al final le aconsejó que la vendiera de segunda mano en internet.
Marisela miraba la larga serie de unos diez mensajes de su amiga, luego observó la bolsa de perlas sobre la mesa.
Honestamente, sí le gustaba bastante.
Le respondió a Celeste diciéndole que de todos modos era un regalo por haber ganado un sorteo, no había gastado dinero, si se devaluaba que se devaluara, además no necesitaba dinero para nada a corto plazo.
Celeste miró la respuesta en su teléfono y se llevó la mano a la frente.
¡Qué desastre! ¿Marisela iba a llevar esa bolsa al trabajo?
¿No se alegraría Lorenzo al verla? E incluso podría pensar que a Marisela le gustaba mucho el regalo que le envió, y así decirle