—¡Apártense! ¡Voy a una reunión de negocios! ¿Quieren hacerse responsables si se arruina? ¿Pueden pagar la multa millonaria por incumplimiento? —gritó Lorenzo con ferocidad.
Los guardaespaldas intercambiaron miradas de duda. ¿El señor realmente iba a una reunión de negocios? ¿Qué negocio podía ser tan urgente, y por qué su asistente no les había informado?
—¡Déjenme pasar ahora mismo! —exigió Lorenzo nuevamente.
Los guardaespaldas se miraron entre sí y decidieron acompañarlo.
—Vaya, vaya, me preguntaba por qué te habías portado tan bien últimamente. Resulta que estás vigilado —la voz burlona de Ulises llegó a través del teléfono.
—No es asunto tuyo —respondió Lorenzo con frialdad.
—¿Marisela está herida? —preguntó después.
En el vestíbulo de la comisaría.
Ulises observó la silueta de la joven que ya estaba en la puerta principal y respondió:
—Por supuesto que está herida. Piénsalo, tu novia contrató a tres matones para secuestrarla.
—¡Isabella no es mi novia! ¡No me insultes! —estalló