—Debería tomar una siesta, señor. Lo despertaré puntualmente a las dos —sugirió Aurelio.
—No dormiré. Déjame ver la presentación para la reunión de la tarde —ordenó Lorenzo.
—La reunión es a las cinco, no hay prisa. Usted... —comenzó Aurelio, pero al encontrarse con la mirada del señor Cárdenas, cerró la boca y envió los archivos.
Observaba el estado mental de su jefe con preocupación. No parecía normal.
Además, no había mencionado nada sobre su esposa en todo el día, ¿no había encontrado información sobre la empresa donde trabajaba el sábado? Considerando su comportamiento frenético de la semana anterior, buscando a hackers e incluso llamando a la policía para localizar su dirección, ¿cómo podía mostrarse tan indiferente después de un fin de semana?
No había acompañado al señor el viernes por la noche. ¿Habría ocurrido algo? ¿Y por qué don Eduardo había enviado gente para vigilar al señor Cárdenas sin explicar el motivo?
Aurelio tenía sus sospechas, pero no se atrevía a preguntar. Con