Todo por esa simple frase, «te extraño», él había decidido venir.
Celeste, un poco aturdida, lo miró fijamente. El alcohol que había consumido comenzaba a hacerle efecto y su cabeza se sentía ligeramente mareada.
Sin pensarlo demasiado, rodeó con sus brazos el cuello de Lorenzo y apoyó su cabeza en su hombro.
El aroma masculino, cálido y familiar de Lorenzo la envolvió, haciéndola sentir segura.
—¿Bebiste mucho? —preguntó Lorenzo al percibir el ligero olor a alcohol en su respiración.
—Me siento mareada —se quejó Celeste, con un tono suave—. ¿Por qué decidiste quedarte?
Sabía que a Lorenzo no le gustaba la familia Jiménez y pensaba que se iría sin más.
Su voz, tierna y apacible, sonaba casi como un mimo.
Lorenzo entrecerró los ojos, mientras sus largos dedos comenzaban a masajear con paciencia las sienes de Celeste. No respondió directamente a su pregunta.
—¿Conoces a ese tipo? —preguntó, refiriéndose a Gabriel.
A Lorenzo no le había importado dejarlo ir sólo porque Celeste lo había pe