El fuego de deseo en la sangre de Lorenzo se encendió de inmediato.
Agachó la cabeza y la besó con fuerza, mientras que su gran mano se deslizaba en la toalla.
Celeste abrió los ojos de par en par, e instintivamente trató de empujar a Lorenzo, pero de repente recordó que estaban en la parte trasera del auto, y Andrés estaba conduciendo en la parte delantera. ¡Si hacían algún ruido, Andrés podría verlos!
Para no ser descubierta en esa escena vergonzosa, ella tuvo que contenerse, sin atreverse a moverse ni a hacer ningún ruido…
Sin embargo, esta actitud contenida facilitó las cosas para Lorenzo.
El hombre se inclinó sobre ella, presionando con fuerza su musculoso pecho, besándola cada vez más profundamente, y sus grandes manos se volvían cada vez más atrevidas...
No pasó mucho tiempo antes de que Celeste comenzara a temblar violentamente entre sus brazos, mordiéndose los labios hasta dejar dos profundas marcas de dientes.
El pecho de Lorenzo subía y bajaba, y le susurró al oído:
—¿Te gus