—Él es tuyo.
El susurro de aquella voz femenina la guiaba.
Devanie se levantó de la cama como hipnotizada.
Los últimos meses no había podido dormir bien.
La culpa y la ansiedad de saber que ese macho estaba en el calabozo la aturdía.
—Tienes que salvarlo.
La pelirroja seducida por la voz siguió andando.
No había nadie a su alrededor.
A esa hora era improbable que alguien pudiera estar despierto salvo por los machos que custodiaban la entrada del calabozo. Sin embargo, cuando Devanie giró por el pasillo se encontró con los machos dormidos en la puerta.
Era como si alguien los hubiera puesto a dormir.
Quizás esa voz que la guiaba.
Ella nunca podía preguntar quién era porque no podía articular esas palabras, ese alguien no la dejaba pero Deva intuía quien era.
La diosa Luna.
Antes había guiado a su madre para encontrar a su padre. Ahora entendía que la Diosa no quería la separación de sus hijos, la única manera de romper la ley lobuna era que la rompieran dos lobos lo suficientemente fu