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Capítulo 30: No mires a mi hombre

Ariane

- Ya veo, ¿sabes por qué no te llamó? Es porque ahora está en pareja conmigo, así que ahora entiendes por qué te hice la pregunta.

- Sí, señora, lo entendí, pero por favor, no me pegues más.

- ¿Crees que tienes derecho a hablar? 

Le doy otro golpe, ella llora, suplica.

- Te lo ruego, tienes razón, no diré nada más.

- Te voy a dar una opción: o te quedas aquí durante dos días, y yo vengo de vez en cuando para darte algunos latigazos, o te quedas a mi servicio durante una semana, y durante esa semana serás mi sirvienta, harás todo lo que te pida. ¿Eliges quedarte aquí o venir conmigo?

- Iré contigo, señora.

- Muy bien, perra. 

La desato y me vuelvo hacia mi amado, ¿tienes algo que decir sobre su nuevo puesto para la semana?

- No, señora, usted es la jefa, no tengo nada que decir.

Sonrío, puede ser bromista a veces.

- Sígueme y no te quedes atrás, no porque estés herida vas a descansar, ve a lavarte, y ponte un uniforme de sirvienta, luego reencuéntrame donde sea que esté, te doy treinta minutos. 

Si en treinta minutos no me encuentras, tendrás que dar diez vueltas a la propiedad a gatas, porque tengo la impresión de que te gusta estar a cuatro patas.

- Me apuraré, señora.

- ¡Ves! Cuando quieres, puedes ser educada. ¿No respondes? ¿No me dices gracias por haberte halagado?

- Sí, muchas gracias, señora, es usted muy amable.

- ¿Vamos? Se hace tarde y tengo una hambre de lobo.

Subimos a la sala de comedor, voy a lavarme las manos.

- ¿Ves lo que te decía? me pregunta Marianne, cuando te veo hacer eso, tengo miedo de hacerte enojar.

- ¡Sabes que nunca le haría daño a mi hermana! Te quiero demasiado para eso.

- Ariane, me sorprendes día a día, dice Fernando, empiezo a tener miedo de ti, una mujer que es capaz de hacer eso a otra mujer sin parpadear, es impresionante.

- Gracias Fernando, lo tomo como un cumplido.

- Lo es, te respeto más cada día, al principio pensaba que eras solo una cara bonita, luego vi que tenías carácter, y después me di cuenta de que en esa hermosa cabeza hay una inteligencia desmesurada.

Francamente, estoy a tus órdenes.

- Gracias, soldados en reposo, sabes que nunca rechazo los cumplidos, ni que me valoren, me encanta ser una diosa, soy la diosa de la magnificencia: tengo la belleza y la inteligencia que la acompaña, puedo adquirir información en todo el mundo sin moverme.

Al llegar a la sala de comedor, cada uno se sienta en su lugar, y comenzamos a comer.

Diez minutos después, llega la momia.

- Has sido rápida, siéntate a mis pies.

Ella se sienta a mi lado, en el suelo a cuatro patas, dejo un cubierto frente a ella, y de vez en cuando le lanzo un trozo de pescado o una pequeña ensalada. Al principio se queda inmóvil, sin entender lo que pasa, levanta la cabeza mirándome, suplicando para que no sea lo que piensa.

- Apúrate a comer, si no, será con tu boca que te agacharás para tomar tu comida.

Se apresura a tomar la comida con la mano para comer.

Los demás hacen como si no viesen nada. La vida en esta casa es muy interesante. Me divierto mucho.

Echo un vistazo al suelo y la veo mirando a Auracio, con lágrimas en los ojos. Le doy un golpe en la cabeza.

- ¿Qué miras así? ¿No has aprendido la lección aún? ¡No mires a mi hombre! ¿Crees que él te va a ayudar? Auracio, ¿quieres que la libere?

Hago la pregunta mirándolo a los ojos, ay de él si responde afirmativamente.

- Por supuesto que no. Te lo dije: puedes tomar todas las decisiones que quieras en esta casa, eres la dueña de la casa, no tengo intención de intervenir en esta historia. Además, tienes razón al defender tu territorio. Eso me muestra que eres celosa.

- Por supuesto que no, no soy celosa.

- Oh, que sí.

- Por supuesto que no. Basta de bromas. 

Si lo miras otra vez, te saco los ojos. Y como puedes ver, a él no le importa nada de ti.

Ella automáticamente baja la mirada.

Cuando salga de esta casa, lo pensará dos veces antes de venir.

Terminamos de comer.

- Necesito una cadena y un collar para perro.

Me vuelvo hacia Auracio, él y los chicos se miran.

- ¿Hay un problema?

- No, responde Auracio, voy a enviar a algunos al almacén a buscar lo que pides.

- Gracias, mi bebé. 

Me pongo de puntillas y lo beso en la mejilla. Lo veo sonrojarse, ??? le hago efecto.

Dos minutos después, llegan la cadena y el collar, todos se detienen, esperando a ver qué voy a hacer con ellos, tomo todo y se lo ato al cuello.

- Vas a dar la vuelta a la sala de comedor a cuatro patas.

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