Lisa
Hay que buscar una solución.
– Ven, nos vamos a México, allí es donde vamos a vivir ahora.
– ¿Qué? Pero si tengo toda mi vida aquí, mi amiga se va a casar y tengo que asistir a su boda.
– Tu amiga ya es libre, lo hará sin ti. Tenemos un avión que coger.
Dos semanas después
– ¿Qué haces?
– ¿No se nota? Creo que te he dado suficiente tiempo para que te acostumbres al hecho de que ahora estamos casados. Quería que me perdonaras lo que pasó.
– ¿Cómo quieres que te perdone?
– He venido a buscar lo que es mío por derecho. He venido a cumplir mi deber conyugal. Llevas dos semanas negándome el derecho a tocarte. ¿No me echas un poco de menos?
– ¡Te metiste con mis hijos! ¿Y quieres que te perdone? No podré perdonarte. No puedo.
– ¡Cariño, intenta entenderme!
¡No podía quedarme sin hacer nada! No podía dejar que ganara una vez más.
– Entonces, ¿solo soy un trofeo para ti?
– Sabes muy bien que te amo y que nunca he amado a nadie más que a ti. Te amo tanto, mi amor.
¡Mírame, por favor!
Lo m