Ariane
Él presiona, coquetea, muerde mis senos.
Sus manos no permanecen inactivas.
Frotan las puntas de mis senos; están erectas, pidiéndome aún más.
Me he convertido en una verdadera fuente ahí abajo.
—Vamos a acostarnos —lo digo para mantenerlo a distancia.
—No quiero separarme de ti.
—Tendrás que hacerlo. Si no, ¿cómo iremos a la habitación?
Él me levanta a caballito, mis pies se enroscan alrededor de él.
Va a tomar el ascensor para ir a su habitación.
—Sabes que arruinaste mi vestido. ¿Y si encontramos a alguien en el camino?
—Le arrancaré los ojos.
Sigue caminando, la nariz en mi cuello, la lengua intentando posarse sobre mi pecho.
—Para, por favor.
—¿Por qué? No me digas que no te gusta.
Llegamos a la habitación. Él me lanza sobre el colchón.
—Voy a preparar un baño.
Entra en la ducha para abrir el grifo, luego regresa a la habitación y me saca de la cama.
—¿Pero qué estás haciendo?
—Voy a desnudarte y hacer que tomes un baño.
—Pero no soy una niña.
—Lo sé. Para mí es un placer