Auracio
Verla así, completamente entregada, dispuesta a aceptar mis caricias, mis lametones, mi atención... me enloquece.
Acaricio su vientre plano, luego desciendo hasta su pubis, hasta su sexo depilado con esmero. Paso los dedos lentamente por la entrada de su vagina… está empapada.
¡Dios, qué hermosa está así! Tan rendida, tan mía.
Me detengo un instante para grabar en mi memoria cada detalle de su cuerpo. Ese cuerpo perfecto que me obsesiona. Esta mujer me domina sin siquiera saberlo. Marca el ritmo de mi vida. Gobierna mis actos.
Mi mano se mueve entre sus piernas, y ella se retuerce, implorando más, exigiendo más.
Quiero probarlo todo de ella, como en el pasado... y más esta noche.
Inclino mi rostro hacia su clítoris, tan turgente, tan sensible, hinchado de deseo por mí.
Lo beso. Lo lamo. Lo chupo con avidez. Cuánto lo había extrañado...
Sus manos se enredan en mi cabello, me sujetan, me halan. No sé si quiere que siga o que pare, pero eso me excita más.
Introduzco dos dedos en