GIANNA
Todo esto era una locura.
Después de casi dieciocho horas en un avión, donde vi a Vik tener que trabajar a miles de kilómetros de altura, hablar por videoconferencia con gente que ni sabía quiénes eran, y estudiar las cosas básicas sobre mi nuevo empleo, llegué a la tierra del desastre.
Después de que el avión aterrizó, pude ver una alfombra roja desplegada justo frente a las escaleras, y a un grueso grupo de periodistas.
—Demonios… —mascullé para mis adentros y resoplé.
Unas terribles náuseas me invadieron y, por primera vez, sentí miedo.
Sin darme cuenta, alguien se paró a mi lado y dijo:
—Definitivamente, lo primero que hay que hacer es comprarte ropa nueva para el trabajo.
—Lamento no tener nada adecuado… hasta hace veinte horas era una desempleada y expulsada ciudadana deprimida —mascullé sin darle importancia a las palabras de Vik.
Él soltó una risilla y negó con la cabeza.
—Cómo sea… es hora de bajar. Te ves decente para los medios, y no tiene sentido tratar de