No había dejado de temblar mientras deambulaba bajo la ciudad cristal que se había convertido Sídney durante la última hora, no había dejado de reprocharme y reñirme a mí misma por ser lo que fui, por ser lo que hablé y lo que sentí.
¿En dónde tenía la cabeza?
¿Cómo pude creer que ese hombre y yo...?
Negué con la cabeza y arrastré las lagrimas que manchaban mis pómulos con el dorso de mis manos, sorbí mi nariz y traté de mantener cualquier clase de pensamientos muy lejos de mi cabeza, pero solo eran intentos tontos y vanos, no podía, no podía dejar de pensar en él, en sus dedos cuando rozaban mi cara y en sus labios tan cerca de los míos.
¿Por qué simplemente no lo podía dejar estar?
¿Por qué el recuerdo de sus labios sobre los míos era una