Darek Adams
Despierto por algunas patadas en mi costado, el olor de mi cachorro me hace abrir mis ojos y observarlo mientras que Kalen me da una hermosa sonrisa. Es como si me dijera buenos días papá, le dejo una caricia en su mejilla, balbucea y patalea a más no poder con bastante fuerza.
—Despertaras a tu madre —susurro, el corazón de Litza se escucha lento al igual que su respiración, lo que me confirma que sigue profundamente dormida. Observo la mesita de noche y apenas son las seis de la mañana, suspiro al caer en cuenta que debo volver a mi realidad en la que tengo una esposa a la cual deje abandonada en medio de una noche de tormenta.
Es probable que hoy no asista a la empresa, y mucho menos el personal asistirá por los estragos del clima. La conversación con mis padres repercute en mi memoria, Litza tiene que saber que estoy casado, le debo a ella esa verdad y dejar de estar jugando a escondida la familia feliz.
—¿Qué tanto piensas? —su voz me saca abruptamente de mis pensamie