—Lo siento, hoy no seré tu pasajero —le dije al taxista mientras abría la puerta del vehículo y saltaba fuera justo antes de que girara la esquina.
La adrenalina corría por mis venas mientras me alejaba corriendo del taxi. Sabía que debía actuar rápido y mantenerme oculto para escapar de aquellos que me vigilaban. Corrí por callejones estrechos y laberínticos, tratando de despistar a cualquier posible perseguidor.
Finalmente, encontré un lugar seguro donde esconderme: un pequeño café que parecía tranquilo y poco concurrido. Me adentré rápidamente y me senté en una mesa apartada en un rincón oscuro. Mientras recuperaba el aliento, observé atentamente a mi alrededor para asegurarme de que nadie me había seguido.
Pedí un café y traté de pensar en mi siguiente movimiento. Sabía que no podía quedarme mucho tiempo en ese lugar, ya que los buscadores de la organización estarían tras de mí. Decidí contactar a Valentina, mi amiga y confidente de confianza, para pedirle ayuda.
Saqué mi teléfono