Ella frunció sus labios y acercó su bebida a su boca.
—Bien… —no iba a seguir preguntando de eso, tenía todo el tiempo del mundo para saberlo en el futuro y nada la apuraba.
Qué optimista era si pensaba de esa forma
—Entonces… —pensó por un segundo y luego preguntó atropelladamente—. ¿Te has enamorado alguna vez?
Optó por eso, ya que le interesaba demasiado saberlo, así podría decidir cuánto debía dolerle que su respuesta a sus sentimientos era cumplirle un capricho, como si fuera una obligación.
Él suspiró, al parecer iba a preguntarle cosas personales, pero esa pregunta en especial no lo incomodaba, porque no podía haber algo más ajeno a él.
—No, Elisa. Jamás he tenido tiempo ni intención de amar a nadie, mi vida es diferente y mis sentimientos van más por otro lado —se cruzó de brazos—. ¿Otra cosa?
Elisa sonrió y le dio otro sorbo a su copa, lamiendo sus labios que habían quedado con sal luego. Entonces ella no tenía que sentir envidia de nadie ni ponerse celosa.
—¿Podrías amarme