Andrei estaba sentado en su sillón favorito frente al caño de la gran sala, mirando el fierro nuevamente como ya se había habituado a mirar.
No pensaba en nada en particular, hace dos días que no veía a Elisa y ahora esperaba a Igor para que fuera a decirle a ella que debía hablar con su madre en media hora más.
Había estado ocupado los demás días resolviendo unos asuntos y lidiando con el lío que volvía a ser el excéntrico de Stefan, siempre ostentando todo lo que poseía y lo que había conseguido en Francia.
Por otro lado, Igor también había tenido asuntos que resolver con los clubes nocturnos a su cargo y tampoco había visto a la chica bailarina durante esos días.
No se la topaba en el patio como había pasado otras veces y eso era extraño.
—¿Estabas ocupado? —preguntó, cuando Igor llegó a la sala.
—No, estaba practicando los tiros —terminó de acercarse—. ¿Sucedió algo?
Andrei dejó de mirar el fierro para poner sus ojos en su leal hombre, negando con la cabeza.
—Sólo necesito que