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Elisa se sentía estúpida y boba.

¿Cómo rayos se había permitido sentirse enamorada hace apenas unos segundos, de una persona que era obvio que no sentía más que desprecio por ella?

Era una idiota sin límite…

Al cerrar la puerta, se cubrió la boca con una mano y corrió hacia la salida, no quería que nadie la viera, porque eso iba a hacerla sentir más humillada de lo que ya se sentía.

Quería escapar, irse de allí y le importaba un cuerno si alguien del clan de Andrei la encontraba y le daba muerte, de hecho, era lo mejor que podía pasarle.

Elisa corrió y corrió, a su alrededor no había más que gente vulgar y peligrosa, pero eso a ella poco le importó.

Llegó a una esquina con un par de prostitutas a la espera de su próximo cliente y se sentó en la vereda de la calle, mirándose la cara interna de sus muslos, que tenían unas manchas descuidadas de sangre.

Allí fue cuando lloró más fuerte, cubriéndose el rostro, porque eso era lo que el hombre que ella quería le hizo; le quitó lo único
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