Los días siguieron pasando y no había lugar de la casa en donde Mateo no le demostrara devoción a Vania, dejándola siempre con el corazón lleno de paz, ya fuera con sus atenciones o haciéndole el amor.
Cada mañana él mismo la llevaba a la universidad y por las tardes la recogía allí o en la librería, tenía un control exacto de quienes se le acercaban, porque no quería que nadie la dañara. Ya suficiente había hecho él y no podía arriesgarse a que nada pasara.
Por otra parte, Vania había llamado a sus padres para contarles que se casaría. Por supuesto que pusieron el grito en el cielo, la llamada duró más de una hora, pero después de que ellos hablaran con Mateo entendieron que no había nada que hacer, su niña se había enamorado y ya todo estaba dicho.
En cuanto a Aquiles, &eacu