Mantuve la sonrisa en el rostro hasta el momento en que crucé la puerta de la casa de Ricardo.
La madera crujió suavemente al cerrarse tras de mí, y solo entonces permití que mi expresión se desmoronara. Apreté la mandíbula con tanta fuerza que sentí un dolor punzante.
En mi vida anterior, Ricardo me había animado del mismo modo a participar en la selección para la Gamma de la manada. Incluso, para ayudarme a preparar el elixir, me había dado hierbas preciosas, las cuales me entregó con esa misma sonrisa paternal, diciéndome que estaba destinada a la grandeza.
Siempre lo había admirado profundamente. Era el Beta más respetado de la manada y jamás había dudado de sus intenciones. Su sabiduría era legendaria y todos confiaban en que sus decisiones eran justas. O, al menos, eso creía yo.
Desde que yo era niña, él enseñaba con amabilidad a los cachorros de la manada a preparar elixires de mejora para hombres lobo, siempre con una sonrisa serena que hacía que todos se sintieran a gusto a su alrededor. Gran parte de lo que sabía me lo había enseñado él, por lo que, para mí, era más que un mentor… era como mi familia.
Después de que mis padres murieran luchando contra los merodeadores cuando yo tenía doce años, Ricardo me había tomado bajo su protección, dándome clases extras y palabras de aliento.
Sin embargo, en mi vida anterior, quien se había convertido en Gamma había sido Valeria…
… su nieta.
Resultaba imposible no tomarlo como sospechoso.
¿Acaso me había estado moldeando todos esos años solo para que mi caída realzara el ascenso de su nieta? ¿Acaso, desde el principio, solo fui un simple peldaño en su escalera?
No sabía con certeza en qué momento se había torcido todo, pero esta vez no volvería a preparar el elixir de mejora Gamma, ni seguiría el método del libro de Ricardo que requería sangre del corazón. Con eso, nada debería salir mal.
Tenía talento natural, pero también había trabajado duro, realizado miles de pruebas hasta lograr el resultado perfecto.
¡El puesto de Gamma me pertenecía por derecho!
Y esta vez, haría que todos los que me habían humillado cayeran de rodillas a pedirme perdón.
De vuelta en casa, abrí una botella de vidrio escondida en mi gabinete. Contenía el elixir de mejora Gamma que había perfeccionado durante más de diez años.
Mi loba, Luna, aulló con deseo al percibir su aroma.
Pero en lugar de seguir experimentando para mejorarlo como solía hacer, saqué un polvo de plata y lo vertí directamente dentro del frasco. El elixir quedó completamente arruinado.
Luna chilló en mi interior, desesperada:
—¿Qué estás haciendo? ¡Detente! ¡Es nuestra única esperanza!
Se revolvía con violencia, intentando detenerme.
Su angustia era tan intensa que me provocó una jaqueca punzante, obligándome a aferrarme al borde de la mesa para no caerme.
—Confía en mí —gruñí entre dientes—. No podemos usarlo. Fue eso lo que nos mató.
Las habilidades de Luna estaban entre las más bajas de la manada. Su capacidad de sanación, velocidad y fuerza eran inferiores a las de cualquier lobo de su edad. Por eso, habíamos sido blanco de burlas.
Todavía recordaba a los lobos mayores forzándonos a arrodillarnos en el barro, riendo mientras nos ofendían.
Durante años habíamos esperado esta oportunidad única para mejorar. Había dedicado más de una década a investigar este elixir Gamma.
Dudé por un segundo, pero el recuerdo del dolor de mi muerte me devolvió la determinación.
El ardor de la plata quemándome por dentro, fundiendo mis huesos, seguía viva en mí.
Además, el polvo de plata que acababa de agregar era un veneno letal para los licántropos. No existía antídoto, ni siquiera para mí. El hedor metálico era tan fuerte que me irritó los ojos y me quemó la nariz.
Una vez mezclado con el elixir, no había vuelta atrás. Y no estaba dispuesta a repetir la tragedia de mi vida anterior.
Mi mirada se endureció. Poco a poco, Luna dejó de forcejear.
Podía sentir su miedo, su frustración, pero también su creciente confianza en mí.
Solté un largo suspiro. Esta vez, quería ver cómo Valeria haría que mi lobo se le sometiera.
Me cambié de ropa por algo más cómodo y me dirigí al bosque.
En mi vida anterior, había arriesgado mi vida muchas veces al adentrarme en lo más profundo del bosque en busca de hierbas raras para preparar el elixir Gamma.
Recordé una en especial: la lunaescarcha, una planta muy valiosa que crecía al borde de un acantilado.
Cuando se utilizaba en elixires, podía aumentar drásticamente la velocidad del lobo.
Como en mi vida anterior no había necesitado esa planta para el elixir Gamma, nunca la recolecté.
Esta vez, planeaba elaborar un elixir completamente distinto, usando lunaescarcha.
Si Valeria quería jugar sucio, yo escribiría las reglas del juego.
Busqué con cuidado cerca del acantilado. Era escarpado y resbaloso, por lo que varias veces estuve a punto de caer, mis dedos resbalando por las piedras sueltas.
El corazón me latía con fuerza, y la adrenalina me mantenía en vilo, pero no me rendí.
—¡Ahí está!
Corrí la maleza y, efectivamente, allí crecía la lunaescarcha.
La recogí con delicadeza y la guardé pegada a mi cuerpo.
Para no correr riesgos, no llevé la planta directamente a casa ni usé mi equipo habitual. Y, por supuesto, no utilicé sangre de mi corazón.
No podía permitir que Valeria descubriera lo que estaba haciendo.
Encontré una cueva aislada en el bosque y me instalé allí.
El proceso de elaboración fue completamente distinto al de mi vida anterior. Controlé cada detalle con precisión obsesiva. Coloqué cuatro campanillas en la entrada de la cueva, hechas con cuerdas y objetos metálicos. Primitivas, pero eficaces.
—¿No crees que estás exagerando un poco? —me preguntó Luna.
—La vez pasada no fui lo bastante paranoica —le respondí en voz baja.
Incluso dormida, mantenía mis oídos en alerta, por si alguien intentaba sabotear mi trabajo.
La cueva era remota. Permanecí allí durante cuatro días, hasta que por fin el elixir estuvo listo.
Las pruebas mostraron que podía aumentar la velocidad de mi loba en un doscientos por ciento.
Cuando probé una gota en un pequeño ratón, la criatura corrió por la cueva tan rápido que apenas se podía ver.
Con esa mejora, aunque mi loba careciera de fuerza bruta, podría ganar el puesto de Gamma. Ningún otro lobo lograría atraparme.
Con esta comprobación, guardé con sumo cuidado el elixir y emprendí el camino de regreso.
Al cruzar el bosque, escuché a dos miembros de la manada conversando.
—Oye, ¿qué tipo de elixir crees que prepare Alejandra esta vez? De todos nosotros, es la única con verdadero nivel para ser Gamma.
—No te sabría decir. Alejandra no ha estado por aquí en casi una semana. Seguro está trabajando escondida en algún lugar.
—Por cierto, escuché que Valeria, la que siempre ha sido mediocre, logró preparar un elixir de velocidad usando lunaescarcha, y que puede aumentar la velocidad de un lobo en un doscientos por ciento. Pero nadie lo ha visto, así que quién sabe si es verdad.
—¡No puede ser! —exclamó el otro. —¿Valeria? ¿La misma que el verano pasado no pudo ni hacer una poción de curación básica?
A medida que se alejaban, sus voces se fueron apagando.
Pero yo me quedé petrificada.
¿Un elixir de velocidad?
Entre todos los tipos de elixires de mejora, ¿justo Valeria estaba preparando uno con lunaescarcha... con exactamente el mismo efecto que el mío?