Isabella camina con paso firme por el pasillo, consciente de que Renatto la sigue, por lo que decide usar todo lo que tiene para seducirlo.
Puede sentir su mirada clavada en su espalda, pesada, abrasadora, como un fuego que la consume sin tocarla. Su respiración es pausada, medida, como si intentara controlar algo que está a punto de desbordarse. Pero Isabella no acelera el paso ni vacila. No le dará la satisfacción de verla nerviosa.
Cuando llega a su habitación e intenta empujar la puerta para entrar, una mano fuerte se apoya contra la madera, deteniéndola. El calor de Renatto la envuelve cuando se acerca a su espalda y su aliento roza la piel expuesta de su cuello.
—¿A dónde crees que vas? —su voz es un gruñido bajo y contenido, mientras su mano libre, grande y poderosa, la rodea para quedar justo en su vientre.
Isabella suspira, sin girarse aún.
—A dormir, como cualquier persona normal a estas horas. ¿Necesitas algo más de mí?
—Tú no eres una persona normal… no para mí —Renatto pr