Cuando Renatto llega al edificio, solo le permite la entrada a dos de sus hombres, porque no quiere chismosos. En cuanto la puerta se abre, nota el aire en el calabozo está espeso y cargado de polvo. La penumbra apenas permite ver las figuras de Isabella y la mujer con la que se enfrenta, ambas envueltas en una lucha feroz. Los sonidos de golpes secos y respiraciones entrecortadas resuenan en las paredes de piedra.
La escena no deja indiferente a ninguno de los hombres que observan a través de la pequeña ventana que posee la puerta, pero el más sorprendido es Renatto, quien ve a Isabella por primera vez en esa faceta. Siente cierta admiración, ya que, a pesar de los golpes que ha recibido, muestra una determinación que desborda cada movimiento.
La otra mujer, con la cara hinchada y un labio partido, lanza un puñetazo que Isabella esquiva con facilidad antes de responder con un gancho de derecha que la hace