El eco de los disparos todavía resuena en la mente de Isabella, mientras la tensión se aferra al aire como un sudario.
La boda perfecta de Renatto e Isabella ha sido manchada por la sangre, pero la pareja no es de las que permiten que una afrenta quede sin respuesta.
Tras dejar a Dante descansando, Isabella avanza con paso firme, ignorando los murmullos de los invitados y la sangre fresca en su vestido. Sus tacones resuenan con autoridad mientras se dirige hacia donde han confinado a Loretto, la mujer que osó desafiarla en su propio día.
Renatto la sigue de cerca, con una expresión impenetrable, pero sin interferir. Él sabe que su esposa necesita enfrentar esto por sí misma. La encuentran en el pequeño almacén dentro del establo, un lugar alejado de dónde será la recepción.
Loretto está atada a una silla, su vestido manchado y su rostro marcado por la furia y la derrota. Sus ojos, aún llenos de odio, se clavan en Isabella cuando esta se deti