Isabella clavó su lanza en el suelo y se recogió el cabello. El viento del norte soplaba furioso, haciendo que sus ropas ondearan con fuerza.
Levantó ligeramente el mentón y su mirada se tornó dispuesta al desafío.
—¿Solo tengo que vencerte?
—¡Exacto! —exclamó Deogracias en voz alta. —Si logras derrotarme, te juro que te seguiré hasta la muerte y jamás volveré a cuestionarte.
—¡Bien hecho, Capitán Deogracias!
—¡Dale una lección! ¡Que sepa lo que es comer del mérito militar de su padre y pisotear a nuestros soldados para ascender!
—El mérito militar es algo muy difícil de obtener. ¿Cómo se atreve esta mujer a comandar a los Halcones con falsos méritos? Capitán Deogracias, ¡no estamos de acuerdo, vence a esa mujer!
Deogracias dijo fríamente:
—¿Escuchó eso usted General Isabella?
Isabella echó un vistazo a los soldados de los Halcones que gritaban enérgicamente y volvió a tomar la Lanza de Cerezo en su mano.
—Muy bien, ¡empecemos pues!
Los ojos de Deogracias destellaron con desprecio.
—No