Capítulo14
La anciana vaciló.

—¿Pedir prestado?

Pero ella misma había dicho que era un préstamo y que se lo devolverían cuando tuvieran más dinero. Al decir esto, Isabella la dejó sin argumento alguno.

Sin embargo, en lo más profundo de su corazón culpaba a Isabella por no ser razonable, por discutir con su esposo, ya que toda su familia había muerto ¿a dónde iría el dinero si no era para la mansión del general?

Theobald negó.

—Me las arreglaré yo mismo, no necesito pedirte prestado.

Dicho esto, se dio la vuelta y salió apresurado.

Todos en la sala miraron a Isabella, quien hizo una reverencia.

—Si no hay más asuntos pendientes, me retiro.

—¡Isabelita, quédate!

Rosario frunció el ceño, y de repente su ira subió tanto que ni tosió ni pareció débil, después de todo, ayer había tomado una píldora del famoso doctor Dagel.

Isabella la miró.

—¿Qué más desea?

La anciana, con un tono severo, dijo:

—Sé que has ido al palacio a hablar con el rey. Lo que hiciste no fue sabio. Desislava casándose aquí trae
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