Enfurecida, me acerqué a ella y le di una fuerte bofetada:
—Flora, te advierto. Si te atreves a difamarme, te despedazaré. Te doy la oportunidad de pedirme disculpas ahora mismo.
Era la primera vez que abofeteé a alguien y me sentía mucha emoción de poder vengarme de los insultos que había sufrido.
Esa bofetada era tan fuerte que me dejó la mano adormecida. Pero no mostré miedo ni arrepentimiento y me quedé en mismo lugar fijando la mirada en ella.
Flora probablemente no esperaba que había tenido la valentía de abofetearle. Cubría la mejilla enrojecida y me miraba furiosa con las lágrimas deslizándose por el rostro. Preguntó con voz temblorosa:
—¿Te atreves a golpearme?
—Tú lo mereces.
No le tenía lástima, ya que era tan feroz al calumniarme. Se le merecieron los castigos.
Bajó la mano que sostenía su mejilla golpeada y me dijo con una voz llena de rabia y odio:
—Luna, ya veremos.
Su amenaza seguía resonando en mi cabeza mientras observaba a ella alejándose.
¿Qué iba a hacer en cont