—Duerme bien, colabora, Martín, cariñito. —Le susurré, olvidando por un momento que había alguien más alrededor.
—No, beso, beso. —Frunció los labios lo suficiente como para alcanzarme, y me asustó para que usara todo el poder de la naturaleza para presionar al hombre contra la almohada.
—Martín, colabora, a Luna no le gusta el olor a alcohol, ¿me besarás cuando te despiertes?—Me costó mucho esfuerzo persuadirlo, y cuando recordé a Sergio, me di cuenta de que ya se había ido.
A través de la puerta medio oculta, había una llama roja en el balcón opuesto, que parpadeó.
No podía evitar preguntarme a mí misma, «¿cuándo regresó? ¿Dónde estaba Flora? ¿Por qué regresó? ¿Por qué le importa tanto que me enamore con Martín? ¿Qué va a hacer exactamente? »
Lo pensé, pero no lo entendí, pero resultó que me quedaba dormida por mi mucho descuido.
En medio de la noche, me despertó por el calor, y cuando abrí los ojos, en realidad estaba acostada en la cama, junto a Martín que se había puesto el p