Capítulo 4: Debería destruirte

BEATRIZ

Parece tan sorprendido como ella al verme, mantengo mi postura y abro la boca para decir algo, cuando ella interrumpe.

 

La señorita Belinda ha solicitado para el puesto de tu asistente personal, pero le decía que el puesto ha sido cubierto —balbucea rápidamente—. Por lo que ya no necesitamos que esté…

 

La mirada del hombre cambia a una furiosa.

 

Yo me encargo, Bianca —espeta con dureza.

 

Hermano, ya tengo a la mujer que tiene lo que se necesita para el puesto, no es necesario que ella se quede —insiste.

 

Sin embargo, él parece no prestar atención a lo que dice, sus ojos siguen fijos en mí, a tal punto que comienza a hacerme sentir un poco incómoda.

 

Nicola —le llama.

 

Déjanos a solas, Bianca —pide en tono neutral.

 

Pero…

 

Ahora.

 

Rompe todo contacto visual conmigo, para lanzarle una mirada cargada de advertencias a su hermana. Ella termina asintiendo de mala gana, toma sus cosas, entre ellas, la carpeta con mi documentación, me echa un último vistazo de arriba abajo y sale de la oficina dejando un nuevo silencio sepulcral.

 

Nicola Hill, el CEO de Company Empire, se queda mirándome, sus ojos son como un par de hoyos negros.

 

Bea —mi nombre se atora en su garganta y doy un respingo.

 

Mi nombre es Belinda Astor, señor —replico lo más amable que puedo.

 

La fugaz sonrisa que se había esbozado en su rostro, desaparece, dándole paso a un fruncimiento de labios implacable.

 

—¿A qué estás jugando? —esta vez su tono de voz es hostil.

 

Frunzo el ceño.

 

No sé de qué habla —trago grueso—. Vine por la vacante como su asistente personal.

 

Una risa siniestra brota de su garganta y me veo obligada a retroceder solo un paso, tratando de mantener toda la distancia posible entre los dos.

 

Bea, deja de jugar conmigo —rechina los molares.

 

Al algo en su actitud que me inquieta, por lo que por acto de protección, giro sobre mis talones dispuesta a marcharme, cuando siento que su cuerpo se impacta contra el mío, acorralándome contra la pared, mi corazón palpita con fuerza y siento su respiración sobre mi nuca.

 

Qué hace —recupero mi voz.

 

Sus fuertes brazos me rodean en un fuerte y sólido abrazo de oso.

 

No tienes idea de lo mucho que te extrañé —susurra a mi oído—. Bea.

 

Tenso el cuerpo, creo que está demente y me está confundiendo con alguien más, por lo que mi primer pensamiento es marcharme, pero Leah viene a mi memoria, no puedo solo abandonar esto, ella me necesita, por ello, recurro a todo el valor posible y tomando una bocanada de aire, lo aparto de mí, tratando de ser lo más delicada y cordial posible.

 

Escuche, supongo que me confunde con alguien más —le regalo una de mis sonrisas falsas—. Vine por el puesto de asistente personal, y si este es el modo en el que intenta conquistar a las mujeres para llevarlas a su cama, pierde el tiempo conmigo, no soy esa clase de mujer.

 

Vuelvo a apartarme de él, tomando más distancia entre los dos.

 

«Este sí que está loco»

 

—¿Seguirás jugando? ¿Cómo te atreves? —cierra los puños.

 

Abro la boca para decir algo, pero justo en ese momento, merma el espacio entre los dos, rodea mi cintura, y levanta mi mentón.

 

Debería destruirte por lo que hiciste.

NICOLA

Miro a la mujer que está frente a mí, sus ojos, de un verde casi brillante, hace que la rabia me consuma poco a poco, la adrenalina recorre mi torrente sanguíneo, cuando la vi por primera vez, tuve la misma reacción, provoca una colisión en mi pecho que me altera y amarga mi genio. 

¿Cómo se atreve a querer regresar y avergonzarme? Soy Nicola Hill, el hombre más poderoso y millonario del país, dentro del mundo empresarial, nadie juega conmigo, mucho menos ella, Bea me ha roto el corazón, me dejó atrás y quiere seguir su vida aparentando que no ha pasado nada, no lo voy a permitir, esta vez le daré una lección, un duro castigo. 

—Lo preguntaré una última vez —apunto—. ¿Seguirás jugando este juego, Bea? 

Un sentimiento de angustia nace en sus ojos, parece confundida, sin embargo, levanta el mentón y con voz decidida declara la guerra entre los dos. 

—Le repito, mi nombre es Belinda Astor, vine a una entrevista por la vacante de asistente personal —finaliza con simpleza—. Creo que no se encuentra bien, por lo que si pudiera alguien más entrevistarme, se lo agradecería.

Tenso el cuerpo. 

—Yo me encargo. 

Si quiere jugar, actuando como si fuéramos dos desconocidos, bien, jugaremos, pero con mis reglas, ella era mi reina en el tablero, ahora parece que está decida a ser solo un peón, bueno, veremos cuál es su siguiente movimiento. 

—Toma asiento, por favor —le indico. 

Ella parece dudarlo por un segundo, pero al final, lo hace. 

—La carpeta… 

—No es necesario —la interrumpo—. ¿Dónde has estado todos estos años? 

Frunce el ceño. 

—Vivo en uno de los vecindarios de la manzana Weber, con cuatro hermanos, en la carpeta viene toda mi información, como puede ver, tengo necesidad, si la vacante como asistente está disponible… 

Aparto la mirada de ella, llamo a mi secretaria para pedir una copia de su información, no tarda más que cinco minutos. 

—Por lo que veo, tienes gran experiencia y referencias buenas —comento lleno de dudas—. Pero tal vez pueda ofrecerte un puesto en el departamento de supervisión de modas. 

Su sonrisa decae un poco, es fugaz, pero ahí está, la reacción que buscaba. 

—No puedo permitirme aceptar esa oferta, el sueldo es bajo a comparación de la taza como asistente, no podría cubrir mis gastos personales, el alquiler y los servicios —replica realizando una suave mueca. 

—El sueldo base es de 2,500 euros al mes, me parece que no es tan malo —refuto, tratando de ver a dónde quiere llegar. 

Ella se remueve en su asiento, incómoda, lo sé porque la conozco muy bien. 

—Tengo un préstamo del banco, y el alquiler del carro que uso, no me conviene, ¿puedo saber por qué se niega a darme el puesto de asistente personal? —se muerde el labio inferior. 

Guardo silencio, esperando, aún con la esperanza de que termine con esta farsa, sin embargo, no lo hace, sigue en su postura fría y distante conmigo, ni siquiera me ha dado una explicación. ¿Acaso no regresó para rogarme que regresemos? ¿Para pedirme una disculpa por hacerme ser el hazmerreír de todos, hace seis años? 

—Bien —tomo mi decisión—. El puesto, como mi asistente personal, es tuyo, el suelo base es de 5,000 euros al mes, una cantidad razonable, pero de guardia, lo que significa que estarás a mi disposición las veinticuatro horas del día, incluidos los fines de semana, y eso incluye el asistir a mi domicilio particular.

Lo que le digo parece no gustarle mucho, sin embargo, asiente. 

—Lo tomas o lo dejas —enarco una ceja con incredulidad. 

—Lo tomo, señor Hill. 

Se pone de pie, regalándome una genuina sonrisa que me hace enfurecer aún más. 

—Muchas gracias por la oportunidad, prometo no defraudarlo ni traicionarlo —estira su mano hacia mi dirección, con la clara intención de estrecharla con la mía. 

Me pongo de pie, le sigo el juego y la estrecho, el contacto cercano trae a mi cabeza grandes recuerdos, la miro y el corazón no deja de latir como la primera vez. 

—Señor Hill. 

—Valoro mucho la lealtad, señorita Belinda —arguyo con poca sutileza—. No perdono una traición o engaño, espero que eso quede claro. 

Ella asiente y suelta mi mano, la falta de contacto contra su piel, me deja un hormigueo que me obliga a apartar la mirada de la mujer que me destrozó. 

—Puede pasar al área de recursos humanos, ahí le informarán los pasos que tiene que seguir, comienza mañana. 

—Muchas gracias, señor Hill. 

Bea sale de la oficina, dejando un vacío, uno que me hace seguirla con la mirada a través de los cristales de las ventanas. Detallo su mirada, su cuerpo, lo que me hace levantar el teléfono y marcar a uno de mis detectives privados. 

—Consígueme información acerca de una persona, su nombre es Belinda Astor, quiero saber todo de ella —ordeno.

—Enseguida, señor. 

Cuelgo y paso la siguiente hora tratando de mantener mi mente fría hasta que mi móvil suena. 

—¿Conseguiste algo? —la impaciencia me retumba. 

—Tengo lo que me pidió, señor Hill, al parecer Belinda Astor, ha regresado de Italia, por asuntos familiares, hay un historial médico donde se recalca que hace seis años, tuvo un aborto inducido al segundo mes de su llegada —me explica. 

Me congelo, eso no parece algo que hubiera hecho la Bea que conocí en el pasado. 

—Eso no es todo —continúa el detective—. Dos años después de su llegada a Italia, se casó con Tommy Danessi, un rico empresario italiano, en una ceremonia privada, luego tuvieron un hijo. No conseguí más información acerca de eso, pero te he mandado una foto adjunta. 

La ira mezclada con la decepción, se apodera de mí, al ver la foto del niño de cabello oscuro y ojos azules, hago mis cuentas, y no parece tener la edad que está en sus archivos, es más grande, tampoco se parece al italiano Tommy Danessi. Cierro los ojos un segundo, hace seis años, Bea me dejó el día de nuestra ceremonia de compromiso. 

Intenté comunicarme con ella, jamás atendió el teléfono, rastrear su móvil, nada, solo desapareció, me abandonó sin una explicación, con lo que me acaba de decir el detective, al parecer ha optado por una identidad falsa, como Belinda Astor, si eso es cierto, quiere decir que me dejó para marcharse a Italia, luego abortó a nuestro hijo. 

—Gracias —respondo molesto—. Quiero que averigües todo, sobre Belinda Astor, necesito más información, así como de su esposo Tommy Danessi y el hijo, también quiero que vuelvas a abrir la investigación sobre Beatriz Terson. 

—Señor, puedo investigar todo a fondo sobre Belinda Astor, pero me temo que referente a Beatriz Terson, no se puede. 

—¿Por qué? 

—Me temo que hay alguien que no ha dejado de bloquear la información. 

—Les pago porque se supone que son los mejores, hagan lo que tengan que hacer, compren a quien tengan que comprar por información, quiero esos informes. 

—Entendido, señor Hill. 

Cuelgo y me dejo caer sobre el respaldo de la silla, no soy idiota, hago las cuentas y llego a una valiosa conclusión; hay una ligera posibilidad de que ese niño sea mío, y por el momento, estar cerca de Bea, me hará averiguar qué es lo que realmente esconde y por qué me abandonó hace seis años. 

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