— ¿Mila?
Tardé dos horas en levantarme y llevar mi cuerpo hasta la salida.
— V—Todavía estás aquí...
Mi voz sale entrecortada y mi respiración cansada, pronto me apoyo en la alta roca de al lado, deseando sólo dos minutos más de descanso para continuar con mis pasos.
— ¡Maldita sea! — No sé qué decirle —digo—. — ¿Qué te ha hecho?
Se está pasando. Me tocó la cara, el pelo, me examinó el cuello, levantándome el brazo. Estaba actuando peor que mi madre.
— P— ¡para! — tartamudeo. — Estoy bien.
— ¿Estás bien? — se burla. — ¡Ni de lejos estás bien, Mila!
Me pone la mano en la frente y luego salta con ella a mi cuello.
— ¿Te has hecho médico?
— No, ¡per