— Majestad, ¡voy a entrar! — anuncia desde detrás de la puerta, sin esperar a que se lo permita.
— ¡O— oi! — sonrío, intentando disimular lo que sentía.
— ¡El equipo ya ha llegado!
— O— ¡Gracias, James!
— ¿Necesitas algo? — preguntó con suspicacia.
— ¡No, no! — respondo escondiendo mi brazo derecho detrás de mi espalda.
Por alguna razón, el brazo me duele mucho más que el resto del cuerpo.
— Vale, cualquier cosa, ¡llámame!
En cuanto mi mayordomo sale de la habitación, pido al equipo que entre y me ayude a conseguir lo que tenía en mente. Había decidido cortarme el pelo a la altura d