-¿Cómo es que...?
-¿Que sé quién eres? Sé mucho más que eso, muchísimo más, y puedo exponerte si así lo quiero con absoluta facilidad, casi con apretar un simple botón, así que, yo que tú, bajaría las armas, mandaría a mis hombres afuera, y aceptaría hablar calmadamente. De lo contrario, mi dedo podría temblar involuntariamente y quién sabe lo que podría salir a la luz...
-Mientes.
-¿Eso crees? ¿Tan seguro estás? ¿Realmente quieres arriesgarte?
-No soy alguien con quien puedas jugar...
-¿Y crees que conmigo sí? No tienes idea de con quién estás hablando, por lo que te convendría tener más cuidado. Te daré un consejo gratis: si no sabes a quién te enfrentas y de lo que es capaz, entonces no te arriesgues, porque no sabes lo que puede pasar. Ahora, ¿les dirás que se vayan, o tendré que encararme yo misma de ellos?
En silencio, observo el evidente nerviosismo que han causado en el idiota mis palabras, las dudas que he generado en él, y aunque no está seguro de si hacerlo o no, finalmen