Conocía a Sam lo suficiente, como para saber que, cuando se proponía algo, no había poder humano que lo hiciera cambiar de opinión, insistía en que hablara con Alejandro.
- No debí decirte nada.
- En realidad, hermanita, tú no me dijiste nada, solo usé mi asombroso poder de deducción. Ahora,¿ vamos a salir o nos quedaremos discutiendo tu vida amorosa?,¡ tengo hambre!
Estabamos frente a la puerta, y al abrir, encontré a Armando, a punto de tocar. Me dió una sonrisa deslumbrante.
- Hola - dijo, y sorpresivamente, me plantó un beso intenso.
Sam carraspeó, lo que hizo que se separara de mí.
- Hola - dije ruborizándome.
- Si hola también- replicó Sam - vamos a comer.
-¿ Puedo invitarlos? conozco un buen lugar.
Sam me miró, nosotros siempre podíamos entendernos sin palabras, solo asentí.
- Claro, gracias.
Pasamos el rato con Armando, sabía que Sam lo estaba analizando, porque solo intervenía en la conversación ocasionalmente.
-Dime Sam,¿ y qué clase de abogado eres?.
- Soy penalista, y