Ponzoña

El silencio que había entre nosotros era demasiado sofocante aun tuviera mis audífonos puestos ¿Por qué? Mason se había dado a la tarea de no decirme nada desde que salimos. Aunque no sabía por qué estaba de un humor de perro rabioso, con la mirada fija hacia la carretera, y la mandíbula rígida, la mano izquierda sobre el volante de cuero negro y la derecha en su muslo, moviendo sus dedos como si estuviese tocando el piano como un instrumento de percusión. Estábamos vestidos con nuestros uniformes, era demasiado cómodo que no me quejaba, a diferencia del de las escuelas humanas.

Entonces, para alivianar mi alma atormentada, saqué mi iPhone e iba a intentar conectarlo al estéreo para escuchar algo de música para los dos y así apagar el silencio cuando él me interceptó con su mano veloz.

— ¿Qué? —Refunfuñé.

—No música —respondió secamente, clavando sus ojos negros sobre los míos como si se tratara de un cazador estudiando a su presa.

Me removí de mi asiento y me centré en observarlo mie
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