La Obsesión Del Mafioso
La Obsesión Del Mafioso
Por: Venus Kozlov
Capítulo 1

Dasha Petrov

El agua fría cayendo por todo mi cuerpo me hizo dar pequeños brinquitos en la pequeña ducha, aun así, resistí lo más que pude y traté de eliminar todo el jabón que había esparcido por mi cuerpo segundos antes.

Unos fuertes golpes en la puerta principal me hicieron cerrar la ducha de golpe y maldecir por lo bajo al recordar que hoy me tocaba pagar la renta y no tenía el dinero completo. Vladimir; el dueño del pequeño departamento donde vivía, de seguro me echaría por estar tan atrasada con el pago y si lo hacía, estaría aún más jodida.

Tomé la pequeña toalla que minutos antes había dejado encima del inodoro, la enrollé por todo mi cuerpo y corrí de puntillas hasta la puerta. No abrí por obvias razones, pero eso tampoco me impidió poder hablar y dar razones de mi pago.

—Vladimir lo siento, acabo de salir de la ducha y no te puedo abrir la puerta —grité a través de la misma y al no escuchar respuesta alguna, proseguí —: Tengo solo la mitad del pago, prometo trabajar horas extras para poder pagarlo todo completo.

—Siempre dices lo mismo y todos los meses estás atrasada, Dasha. Estamos en diciembre y la verdad no creo poder seguir en la misma situación contigo, eres una de las inquilinas más irresponsables que he tenido —pegué la frente a la puerta y me maldije internamente al recordar cómo el dinero de la comida me hacía tener que descompletar siempre el pago del alquiler.

Aunque claro, no hacía mucha la diferencia porque la alacena siempre estaba vacía y el pago del alquiler atrasado.

—Lo sé, lo sé. Pero te prometo que esta vez será diferente, solo dame varias semanas y te juro que te tendré el pago a tiempo, Vladimir. Sabes que a pesar de todo siempre te pago completo —supliqué en un vano intento de convencerlo.

—Sí, pero lo haces semanas después y la verdad así no me sirve.

—Buscaré otro trabajo si es posible, de verdad. Pero solo dame más tiempo, sabes que no tengo a donde ir.

—Bien, solo dos semanas más, Dasha. De lo contrario, me pagas lo que me debes y te largas.

Escuché sus pasos alejarse de la puerta y aunque quise hacer como en las películas y quedarme recostada de la puerta llorando por mi desgracia, con la poca fuerza de voluntad que me quedaba caminé rápidamente hasta mi pequeña habitación y me vestí tan rápido como pude.

Mi estómago comenzó a rugir y en ese instante quise llorar al recordar que el último pedazo de pan que quedaba me lo había comido la noche anterior para poder ir a trabajar con suficiente energía.

Así que, al terminar de vestirme, caminé rápidamente hasta la pequeña cocina, me serví un vaso de agua y me lo tomé de un solo trago.

Salí de la cocina y até mi cabello en un chongo desordenado, me coloqué mi bolso en el hombro y salí de la casa tan rápido como mis piernas me lo permitieron y, emprendí rumbo hasta mi lugar de trabajo, dónde tenía que laborar hasta la madrugada para así poder ganar algo de dinero y lograr sobrevivir.

Sabía que al hacerlo estaría matándome en vida, pues no lograría dormir ni una hora, pero era eso o quedar en la calle nuevamente.

El bar donde trabajaba quedaba a una hora de mi casa, mi trabajo era atender las mesas, limpiarlas y al terminar la jornada laboral limpiar hasta la conciencia del último cliente que estuviera allí.

Mi horario era simple, entraba al caer la noche y salía sin estabilidad emocional.

Lo único que me daba algo de ánimo era que con las propinas podía resolver algo para poder comer, así que con ese pensamiento en mente continúe mi camino hasta llegar al sitio dónde perdía mi estabilidad emocional.

Comencé a bajar las escaleras de dos en dos y, al llegar a planta baja, mi cuerpo no daba para más y mis ojos solo veían puntos blancos y negros. Ignoré la fastidiosa sensación y a los pocos segundos de notar como mi vista volvía a la normalidad, emprendí mi camino hasta el bar.

No tenía papás, ni casa, ni comida, ni dónde caerme muerta. Pero por lo menos lucharía por ser alguien en la vida y no morir de hambre eternamente.

(...)

Luego de una larga jornada laboral —donde trabajé más horas de lo que mi cuerpo podía aguantar—, el bar cerró sus puertas y finalmente pude descansar mis pies un momento luego de estar de pie por tantas horas, varias de mis compañeras imitaron mi acto hasta que finalmente nos dejaron salir para así poder irnos a casa.

Sin pensarlo demasiado, salí del establecimiento sin despedirme de casi nadie y emprendí el rumbo hasta mi hogar. Moría por dormir varios días seguidos.

Algo imposible, pero soñar no costaba nada.

Mis pies dolían demasiado y ni hablar del enorme cansancio que sentía en todo mi cuerpo, pero no tenía para pagar un taxi por lo que me tocaba caminar varias cuadras seguidas a tan altas horas de la madrugada, algo a lo que ya estaba acostumbrada. 

Las oscuras calles de Moscú daban miedo, pero al saber que estaba transitando por una zona algo segura, me obligué a relajarme y no pensar en cosas que no debía. Como, por ejemplo, toparme de frente con un ladrón, un indigente o peor, un violador.

Respiré hondo y continué caminando por unos minutos más hasta que un ruido en particular me hizo pegar un pequeño grito del susto.

Disparos...

Continúe caminando aún con mis piernas temblando por el miedo, miré a todos lados y al confirmar que estaba más sola que la luna, comencé a correr tan fuerte como el miedo y mis piernas me lo permitieron.

Cuando faltaba solo una cuadra para poder llegar, escuché el sonido de unos neumáticos rechinar en el pavimento, por lo que tan rápido como pude corrí hasta un pequeño callejón y me escondí detrás de un enorme bote de basura.

Hundí mis uñas en la palma de mi mano y al cabo de unos segundos donde no escuché más que silencio, volví a respirar con normalidad.

Posé mi mano en mi pecho, a la altura de mi corazón y como era de esperarse, este quería salirse de mi caja torácica. Y es que no era para menos, con el susto que había pasado si no me moría de un infarto, sería por puro milagro.

Cuando estaba por levantarme del suelo para irme, unos quejidos me hicieron paralizarme en mi lugar y querer morirme ahí mismo.

Esperé unos minutos a ver si era producto de mi imaginación por el susto que había pasado, pero no, los quejidos continuaron, por lo que armándome de valor y creyendo que se trataba de un animalito indefenso, me levanté y caminé hasta el final de aquel callejón donde lo único que lo alumbraba era la luz del poste de luz.

Al dar unos cuantos pasos más, entrecerré los ojos al ver una silueta recostada en una esquina, a simple vista no pude ver de qué era exactamente, pero al estar más cerca caí en cuenta que se trataba de un hombre con una gran mancha de sangre en su estómago, su mano derecha se encontraba encima de la herida, imagino que tratando de evitar una hemorragia y su cara se encontraba empapada por el sudor.

Sus ojos estaban cerrados, pero aun así no pude evitar observar su belleza, era un hombre muy apuesto que en cualquier lugar no pasaría desapercibido.

Su cabello rubio caía por su frente, dándole un toque sensual. Sus labios eran gruesos y me pregunté qué se sentiría poder besarlos.

Dios, si aún te acuerdas de que tu mejor guerrera existe, mándame un novio así en algunos años, amén.

Al caer en cuenta de mis pensamientos, quise abofetearme por estúpida.

Porque si yo no era idiota, iba en camino. 

Solo a mí se me ocurría la brillante idea de ponerme a ver qué tan guapo era el hombre que estaba herido a pocos pasos de mí y no hacer absolutamente nada por ayudarlo.

Así que sin pensarlo mucho, me terminé de acercar a él y me imagino que sintió mi presencia, pues abrió sus ojos y me miró fijamente.

—Oye, ¿Estás bien? —En cuanto la pregunta salió de mis labios quise pegarme una bofetada por idiota, era obvio que no estaba bien. Estaba herido de bala y sangrando peor que yo en mis días de menstruación.

Para mi sorpresa, él cerró sus ojos nuevamente y maldijo en voz alta.

Intentó incorporarse, pero imagino que el dolor se lo impidió, pues dejó caer su espalda en la pared en un golpe seco. Con duda, me agaché y toqué la mano que tenía encima del estómago. Él abrió sus ojos nuevamente y mantuvo su mirada fija en mí.

Con la garganta seca y los nervios de punta, susurré:

—Estás sangrando mucho y es peligroso, ¿tienes celular para poder llamar a una ambulancia?

—No —respondió al instante en un tono cortante y quise morir en cuanto escuché su sensual y ronca voz —no llames a ninguna ambulancia, lo más seguro es que mis hombres vengan por mí en cualquier momento.

—Pues déjame decirte que vengo caminando desde hace aproximadamente dos horas y no he visto más que soledad en todo el camino —dije sincera.

—¿Y qué se supone que hace una joven como tú a tan altas horas de la noche caminando por las calles de Moscú? —Preguntó haciéndome estremecer del susto por el tono de voz que utilizó.

A pesar de su estado, sus ojos me examinaron de arriba a abajo lentamente, como si estuviera estudiando cada uno de mis movimientos.

—Trabajo en un bar y me tocó cubrir horas extras —respondí sincera —: ¿Y qué se supone que hace un hombre como tú en un callejón, y para completar, herido de bala a tan altas horas de la noche?

—Me tendieron una trampa y caí, a esta hora yo debería estar rumbo a Venezuela llevando un cargamento de droga muy importante.

En cuanto terminó de hablar, comprendí que estaba frente a un mafioso.

—¿Dónde está tu celular? —pregunté nuevamente fingiendo que no lo oí decir eso último. Llamaría a la ambulancia, me aseguraría de hacer mi obra de caridad del día y me iría sin dejar rastro.

—¿Me piensas robar?

Joder, no.

—Pienso llamar a una ambulancia para que venga por ti, estás herido de bala y lógicamente es algo que debería hacer.

Abrió la boca para decir algo más, pero de repente comenzó a quejarse y gemir nuevamente por el dolor, así que presa de los nervios por la situación me acerqué a él y palpé los bolsillos de su pantalón, consiguiendo con un bulto que resultó ser su teléfono.

Sin pensarlo mucho lo tomé y marqué al 911, cuando la operadora contestó, él sujetó mi muñeca derecha fuertemente y me susurró:

—Si pides la m*****a ambulancia me estarías metiendo en problemas —al caer en cuenta de lo que me decía, corté rápidamente y me quedé con el teléfono en las manos sin saber qué hacer.

—¿Y a quién se supone que deba llamar entonces? No me puedo ir y dejarte aquí tirado a tu suerte.

—Llévame a tu casa —ordenó.

Ay dios mio. 

—¿A mi casa?

—Sí, sólo necesito estar en un lugar seguro para así poder llamar para que vengan por mí.

—Te advierto que mi departamento es más pequeño que una caja de fósforos y no es tan lujoso como quisiera.

—No te pregunté si tu departamento era lujoso o no, solo te pedí que me llevaras a tu casa para estar a salvo mientras los incompetentes de mis hombres vienen por mí. —Dijo eso último con una voz más ronca de lo normal.

Supongo que se sentía impotente al encontrarse en una situación así, por lo que sin pensarlo mucho decidí ayudarlo sin saber que, al hacerlo, mi vida cambiaría por completo.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo