—Correcto, ella merece cada parte del castigo. Esta cuestión está en tus manos ahora.
Los Torres y Los Paredes llegaron a un acuerdo sin decir una palabra. Las consecuencias para Lorena ya eran previsibles.
En una habitación oscura y húmeda, Lorena estaba atada de pies y manos, sus ojos cubiertos con un paño negro, y una media sucia metida en su boca, impidiéndole hablar, solo emitiendo sonidos lastimeros...
Justo en ese momento, la puerta de la habitación, antes oscura, se abrió, y unos pasos se acercaron a ella. Lorena sintió la presencia y luchó frenéticamente, emitiendo sonidos lastimeros como si estuviera suplicando clemencia.
Lina estaba allí, mirándola fríamente desde arriba. Finalmente, habló:
—Soy yo, Lina.
Al escuchar su voz, los movimientos de Lorena se detuvieron de repente. Miró en dirección a Lina, pero no vio nada.
Lina extendió la mano para quitarle el paño negro que cubría los ojos de Lorena. Al instante, el miedo llenó las pupilas de Lorena, y su cuerpo tembló