CAPÍTULO 58. ENTRE LAS SOMBRAS
—Puedo caminar —Antonella reprochó.
Iñaki no hizo caso a lo que le dijo y continuó con ella entre sus brazos, hasta llegar al auto y subir, entonces Emmanuel comenzó a conducir.
—Lo sé —refirió—, pero no deseo que te fatigues, o te vayas a lastimar más.
Antonella rodó los ojos.
—No es para tanto, eres un exagerado.
— ¿Te parece poco haber recibido dos golpes en el abdomen? —preguntó—, no olvides que presencié la forma en la que… —Presionó con fuerza su mentón y su respiración se agitó.
Ella colocó su mano sobre su mejilla y lo miró a los ojos.
—Soy una chica fuerte, no me rompo por un par de golpes, por favor ya olvídalo.
—No puedo —respondió—, si me lo hubieran hecho a mí, quizás podría dejarlo pasar por alto, pero se metieron con lo que más amo en la vida, y eso no lo puedo dejar atrás.
La mirada de ella se iluminó, y su corazón se agitó con bravura.
—Hemos llegado.
La voz de Emmanuel los interrumpió, al hablar por su radio, entonces las puertas de la residencia se abrieron.
—Tenemo