Capítulo 108 —El Diablo me da paz
Narrador:
La noche había caído sobre la mansión Adler con un peso distinto. Afuera, el silencio se estiraba como un susurro, pero dentro del dormitorio principal… se respiraba algo más. Una calma expectante. Un suspiro contenido. Una pausa antes del incendio.
Aylin se encontraba de pie junto a la ventana, envuelta en una bata de algodón claro que apenas le rozaba los muslos. Su cabello húmedo aún caía en mechones sobre la espalda. Roman la observaba desde la cama, recostado con el torso desnudo y el pantalón bajo en la cadera. Tenía un codo apoyado contra la almohada y los ojos fijos en ella como si necesitara esculpirla en la memoria.
—Ven —dijo él, apenas un murmullo ronco que rompió el aire.
Ella se giró despacio, lo miró… y no dijo nada. Caminó hacia él sin prisa, sin ruidos, como si el piso se deshiciera bajo sus pies. Cuando llegó a la cama, Roman estiró la mano y desató el nudo flojo de su bata, dejándola deslizar hasta que la prenda cayó al su