Llegó el tío de Camilo.
—Vengan, sujeten a esta mujer loca.
Varios hombres vestidos de guardias rápidamente sometieron a Rosa.
—¡Qué bien, ya andas revolcándote con otros hombres tan rápido!
—Ya le dije a Javier que no lo tienes en tu corazón, que no vale la pena que sufra por ti. ¡Mira qué rápido ya tienes quien te proteja, puaj, qué par de perros!
—Señorita, te pido que cuides tu lenguaje; esto es una escuela.
—¿Tú qué eres de ella? No necesito que me andes controlando. Rosa tenía cara de desprecio.
No le hice caso a sus tonterías, me apuré a ver si Camilo estaba lastimado.
—No tengas miedo, la maestra está aquí, todo terminó.
—¿Terminó? ¿Cómo va a terminar? ¡No te voy a dejar en paz! Rosa seguía con la boca suelta, era irritante.
En ese momento se escucharon más pasos apresurados en la puerta.
—¡Helena! ¡Estás viva! Se escuchó la voz de Javier, muy emocionado.
—Realmente estás viva, qué bueno. Javier me miraba con los ojos rojos, quería acercarse pero se detuvo, con miedo de que si