Punto de vista de Erc
Cuando por fin logré que Rose se durmiera, ya hacía rato que había anochecido. Me había llevado más tiempo de lo habitual, pues estaba inquieta, luchando contra su propio cansancio como suelen hacer los niños pequeños, con sus deditos aferrándose a mi camisa.
"Err-ick, quédate", susurró, medio dormida, con sus rizos rozándome la barbilla.
"Estoy aquí, ángel", murmuré, frotándole la espalda con suaves movimientos circulares.
Su respiración finalmente se había calmado, su pequeño puño se aflojó y su cuerpo se hundió en la comodidad de mis brazos. La sostuve un largo minuto antes de acostarla con cuidado en la cama, subiéndole la manta que había llegado a adorar hasta los hombros.
Me senté en el borde de su cama unos minutos, observando cómo subía y bajaba su pecho.
Mis pensamientos, como siempre, se dirigieron a Bella. Siempre lo hacían. Habían pasado dos años desde que nuestro matrimonio se vino abajo. Dos años desde que la dejé marchar, destrozada por mi propia c