Matt miró la pastilla de color blanco reposando en su palma. Un analgésico. Una solución temporal para un dolor que no era enteramente físico. El alcohol había sido su anestesia, una forma de silenciar el ruido ensordecedor de su propia culpabilidad y su terca negación. Se llevó la pastilla a la boca y tragó el agua de un sorbo, sintiendo cómo el frío líquido raspaba su garganta seca.
Las palabras de su madre, "tienes que recuperar tu vida Matt, aun estas a tiempo", flotaban en el aire como una promesa vacía. ¿Recuperar qué? Su vida era Valerie.
Se levantó de la cama de nuevo, esta vez con más cautela. Se dirigió al espejo de cuerpo entero y vio un reflejo que apenas reconoció: ojos cansados, barba de varios días. No era el Matt imponente y seguro de sí mismo que dirigía una de las empresas más importantes del país. Era un hombre roto.
Mientras tanto Valerie se siente muy mal por aceptar la ayuda de Alexander.
_¿Era Alexander? _preguntó Joaquín sin levantar la vista.
_Sí.